Al final, no entendí muy bien
cómo era que habíamos terminado ahí;
estábamos en su habitación bebiendo,
compartiendo el espacio y el tiempo.
Mis ojos se encontraron con los suyos
un par de brillantes esmeraldas,
prometedoras de sueños futuros
prometedoras de olvido cercano.
Sus labios curvándose en sonrisa
y su voz respondiendo a la mía,
por un momento fue extraño;
como si él hablase con alguien más.
Mis zapatos de tacón
desabrochados sobre la alfombra,
mis piernas envueltas en medias color negro
mi pecho desnudo y frío.
Las luces flotaban abajo en la ciudad
estaba descubriendo algo de él,
el tiempo ya carecía de sentido
porque estábamos llenos de ignorancia.
Lo que queda de los viajes escolares...
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