Danae, Gustav Klimt. |
Su nombre sigue siendo un conjuro sobre el papel que se baña en tinta;
las letras se convierten en recuerdos, y los recuerdos en algo más:
añoranza.
Sólo entonces las formas curvas y rectas que se trazan con la pluma
toman un significado; toman la forma de un rostro, de una voz,
de algún perfume.
Y la voz melodiosa que invoca al hombre en las noches, en los días,
en la felicidad, en la tristeza y quizás más aún en la soledad;
implora dentro de mí.
Su tono bajo, apenas perceptible entre los sonidos naturales
se incrementa en mi interior; dónde sus letras son más que gritos,
llamándolo, siempre llamándolo.
Su nombre descansando en mis labios.
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